Érase una vez un gato viejo que se llamaba Pipiolo y que tenía tres hijos. Acercándose la hora de su muerte hizo llamar a sus tres hijos.
"Mirad, quiero repartiros lo poco que tengo antes de morirme".
Al hijo mayor Marcos le dejó el molino, al mediano Juan le dejó su pequeña casita y al más pequeñito Pipo le dejó lo último que le quedaba, el loro.
Dicho esto, el padre murió.
Mientras los dos hermanos mayores se dedicaron a explotar su herencia, el más pequeño cogió unas de las botas que tenía su padre, se las puso al loro y ambos se fueron a recorrer el mundo. En el camino se sentaron a descansar bajo la sombra de un árbol. Mientras el amo dormía, el loro le quitó una de las bolsas que tenía el amo, la llenó de trocitos de queso y dejó la bolsa abierta. En ese momento se acercó un ratón impresionado de ver los trozos de queso y se metió dentro de la bolsa. El loro tiró de la cuerda que le rodeaba y el ratón quedó atrapado en la bolsa. Se hecho a volar con la bolsa y se dirigió hacia palacio para entregársela al Rey Simeón. Vengo de parte de mi amo, el Marqués Pavón, que le manda este obsequio. El rey muy agradecido aceptó la ofrenda.
Pasaron los días y el loro seguía mandándole regalos al rey de parte de su amo. Un día, el rey decidió hacer una fiesta en palacio y el loro con botas se enteró de ella y pronto se le ocurrió una idea.
"¡Amo, Amo! Sé cómo podemos mejorar nuestras vidas. Tú solo sigue mis instrucciones."
El amo no entendía muy bien lo que el loro le pedía, pero no tenía nada que perder, así que aceptó.
"¡Rápido, Amo! Quítese el collar y las botas y métase en el río."
Se acercaban carruajes reales, era el Rey Simeón y su hija Rubí. En el momento que se acercaban el loro dijo:
"¡Socorro! ¡Socorro! ¡El Marqués Pavón se ahoga! ¡Ayuda!".
El rey atraído por los gritos del loro se acercó a ver lo que pasaba. La Princesa Rubí se quedó asombrada de la belleza del marqués. El marqués se puso el collar y sus botas y se subió a la carroza.
El loro con botas, adelantándose siempre a las cosas, corrió a los campos del pueblo y pidió a los del pueblo que dijeran al Rey Simeón que los campos eran del Marqués Pavón y así ocurrió. Lo único que le falta a mi amo -dijo el loro- es un castillo, así que se acordó del castillo del perro Colombo y decidió acercarse a hablar con él.
"¡Señor Colombo!, me he enterado de los poderes que usted tiene, pero yo no me lo creo así que he venido a ver si es verdad."
El perro enfurecido de la incredulidad del loro, cogió aire y ¡zás! se convirtió en un oso.
"Muy bien, -dijo el loro- pero eso era fácil, porque tú eres un perro, casi tan grande como un oso. Pero, ¿a que no puedes convertirte en algo pequeño? En una mosca, no, mejor en un gusano, ¿puedes? El perro sopló y se convirtió en un gusano y antes de que se diera cuenta ¡zás! el loro se lo comió.
En ese instante sintió pasar las carrozas y salió a la puerta chillando:
"¡Amo, Amo! Vamos, entrad."
El rey quedó maravillado de todas las posesiones del marqués y le propuso que se casara con su hija Rubí y compartieran reinos. Él aceptó y desde entonces tanto el loro como el Marqués Pavón vivieron felices y comieron perdices.
FIN
Esta no es la historia del gato con bota? no esta mal.
ResponderEliminarSi es, pero la cambie los personajes.
ResponderEliminarGracias
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