Antes que nada hay que tener muy presente que los gatos nunca deben ser golpeados, ni siquiera con el más suave empujoncito de cadera. Hacerlo sería contraproducente, ya que los gatos reconocen y memorizan el hecho de que le inflingió dolor, no importa lo poco que haya sido.
Si un gato retrocede con el lomo arqueado con una clara postura defensiva o agachado en gesto sumiso, es probable que este gato haya sido lastimado en algún momento por la mano de alguien en su pasado. Pueden haber varias razones, pero por lo general el abuso de la mano humana suele ser la primera consideración.
Con un gato que se comporta así, con miedo, se debe uno ganar su confianza antes de que se pueda sentir cómodo con sus caricias. Al dirigirse a el, debemos asegurarnos de mantener un tono de voz suave y calmado, y demostrarle a través de movimientos que no hay peligro con nosotros. Que el gato pueda retomar la confianza en el ser humano será paulatina, no podemos esperar reacciones favorables
instantáneas.
Un consejo para iniciar contacto con un gato así, sería extender la mano abierta de forma lenta y suave a lo largo del piso en su dirección. No hace falta tocar al gato, detener el movimiento debajo de la nariz del felino y esperar a que este huela nuestra mano. Nada en nuestros movimientos puede sugerirle al gato que intentamos tocarlo, y no ninguna manera, intentar repentinamente alcanzarlo.
Si el gato huye no hay que seguirlo, lo dejamos un tiempo solo, al menos media hora o más antes de volver a intentar el contacto.
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